martes

historia circular de amigos que se besan.

Acordaron no volver a verse y no lo cumplieron. Al final, como todo lo que se habían dicho siempre, eso también fue un decir.

domingo

te vale.

Estás aquí, justo donde quieres. Te duele la cabeza, hace frío y te han gastado una broma sin gracia. Y qué. Ayer te reíste como si la noche no fuera a terminar nunca y ahora tienes ganas de saltar. Toda la ropa huele a humo, estuviste muy cerca de la chimenea. Te encanta acercarte hasta que quema. A él también. Por eso habéis dormido tan juntos. Tan cerca que no entiendes cómo no habéis salido ardiendo.
Qué más da.

Vas a seguir sonriendo todo el día.

sábado

recitando a Petrarca.

Cuando te quedas muda
y decides regalarme París,
comprar la torre Eiffel para tender mi ropa
si acaso me desnudas y no llueve.
Cuando insistes
en bordar las Meninas de Picasso
sobre todas las sábanas de Washington,
o viajar hasta Roma como quien busca un circo,
como quien pisa tierra después de muchos años
y a conciencia es feliz y es borracho.
Cuando me hablas de amor
o gritas que no importan la luz ni los relojes,
que es de noche y no piensas levantarte;
entonces
yo digo que estás loca y me respondes
recitando a Petrarca de memoria.


(Luis García Montero)

jueves

Hay días en los que la primavera de repente llega un 10 de febrero. ¿lo notas? como si en un segundo fueras capaz de tocarlo todo, de alcanzarlo. Con la misma sensación que a los 9 años, cuando en la feria saltabas en las camas elásticas. Ese segundo flotante en el que sientes las luces de la montaña rusa parpadeando, y la musica de los coches de choque. Y el olor a algodón de azúcar y a patatas fritas. Ese momento, ese segundo que se detiene para siempre. Lo sabes porque aún lo notas cuando pasas andando entre los puestos de la feria.

Mírate, ahora tienes un momento así pero de otra forma, un 10 de febrero con las ventanas abiertas de par en par.

miércoles

Te diría lo que hay aunque luego tuviera que salir corriendo para no escuchar si contestas que sí o que no o que no sabes. Porque yo tampoco sé.

lunes

Ya no habla de lo mismo.

Ahora ve películas de hace más de treinta años y se pinta los ojos igual que aquella chica que le hablaba de Faulkner a un tipo que quería largarse con ella a Roma. Le gustan las luces de neón de las ciudades con bares que no cierran. A veces le dan ganas de coger una y ponérsela alrededor la cintura o en lo alto de la cabecera de la cama.

domingo


Tengo una obsesión rara con las ciudades. O, más que con ellas, con su nombre. Hay ciudades que suenan a película, como Roma, y otras a historia de amor, como París. Sólo pensar en Madrid me suena a esa canción. En la mayoría, si sabes mirar y buscas bien, a lo mejor encuentras el rincón perfecto para soñar un rato. Hay ciudades que caben en cualquier habitación de cualquier otra ciudad y no se terminan nunca. Y cuanto más te repites su nombre, más ganas te entran de inventarte como son, aunque no las hayas visto nunca. A veces, cuando vuelves a esas ciudades no reconoces nada de lo que te habías imaginado. Y otras es todo tan parecido que te dan ganas de quedarte a vivir para siempre en la película o canción a la que suenan.