viernes

viernes.

Un día, normalmente, puede ser un día cualquiera, o puede ser el último viernes de abril. Un día, puede, no llegas tarde a trabajar, aun parándote un poco a ver cómo fuma el señor que fuma todas las mañanas en la misma puerta leyendo un periódico que no sabes cúal es, y piensas que debe no estar tan mal llevar a los niños al colegio y charlar un rato con personas que no tienen nada que ver contigo porque charlar por las mañanas está bien y es un buen ejercicio para comprender las cosas. Un día cruzas el paso de cebra de todos los días desde que has decidido ir andando a otra boca de metro por no hacer transbordo y, por favor por favor que no venga el autobús justo ahora que tengo que cruzar. Y no viene. Luego que qué tonto que te dé apuro hacer parar al autobús en un paso de cebra. Un día que si pones la radio y no son las canciones de siempre pero sí las mismas noticias, que si que lo pases bien estos días, que si qué lluvia y qué sol, y qué tarde tan bonita para que estés. Un día te chocas casi con una chica al volver, y lleva unas flores enormes de un rosa pálido que te encanta, y ese chico -qué pantalones tan feos- que da un beso, y qué pena que se haya terminado el carrete de la cámara justo a tiempo para perderse esto pero me lo quedo igual, y qué fastidio, qué fastidio no tener. Y luego, qué portada de disco tan bonita en la que se agarran del brazo, ojalá las siestas duraran siempre un rato más, qué rabia tan grande pero tan poco expansiva ésta de no saber hacia donde tirar y si esperarte. Qué pequeña esta ciudad ahora que intentan echarte por todas partes. Un día que si ya no me esperes porque no voy a estar y qué más da si no has estado nunca te espero porque es una de las cosas que sé hacer vamos a tocarnos pero mejor no ahora no igual la semana que viene o nunca. Qué rabia tan pequeña, qué tarde tan lluviosa y tan soleada, qué último viernes de abril. Qué lío.