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Mi ciudad ideal.

(Foto por Lucía Alonso, barrio de San Antón, Cuenca, octubre 2009)

Mi ciudad ideal no es de paja, ni mucho menos tiene aspecto esponjoso. Tampoco es de corcho (aunque se me pasó por la cabeza al acordarme de las casitas para el belén que hacía de pequeña en navidad). Mi ciudad ideal la imagino aquí y ahora, no en el siglo XII ni en el 2135.

No es ni muy grande, ni muy pequeña, puede uno perderse por las calles sin que le vayan a reconocer a la vuelta de cada esquina (eso a veces puede resultar molesto), aunque si se quiere, se puede encontrar fácilmente la compañía de conocidos, porque los sábados todo el mundo se reúne en la misma plaza. Incluso están los amigos a los que llevas mucho tiempo sin ver, ahora se han mudado y estais juntos como cuando lo pensaste al acabar el instituto.

En mi ciudad ideal no hay mar, no hay costa pero está muy cerca, a 20 minutos en autobús (además el transporte público funciona muy bien). Los edificios son como en todas partes, hay chalets, hay pisos, hay oficinas, hay gasolineras, hay panaderías y tiendas de flores. Y también hay coches, aunque el carril bici está por toda la ciudad y a nadie le interesa respirar mucho humo.

El río está a la vuelta de la esquina, eso sí, por eso en verano cualquier día acabas viendo salir el sol desde la orilla. Todos los inviernos llega a nevar algún día pero en verano uno puede tomar mucho el sol, y dormir bien. Además hay un parque grande en cada barrio, con columpios y muchos árboles. Y puedes tirar las migas el mantel por la ventana, porque la vecina del tercero no te odia.

Es como tener las dos ciudades en las que vivo en una, como tener todas las ciudades en una, y estoy tan a gusto que no tengo necesidad de salir corriendo para cambiar de aires.

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