De pequeña, en los viajes de verano, es curioso, pero de lo que más me acuerdo es de eso, de los viajes. Del camino, mientras mi hermano y yo nos pegábamos por el sitio y nuestra perra iba en medio aguantándonos a los dos. Y me acuerdo también de la música que nos ponía mi padre, y de sus historias de joven por Malasaña (lo que tuvo que aguantar mi pobre abuela). Hablaba de chupas de cuero y de noches en la plaza del 2 de Mayo, cuando todo eran pelos de colores y medias de rejilla rotas, cuando cuatro amiguetes se reunían en un garaje a cantar para pasar el rato; y mientras sonaba "el hospital", "Hazañas Bélicas" (siempre que ibamos a Asturias) o "la chica de ayer", que hoy no deja de sonar en ningún sitio...(la verdad es que mi padre tampoco ha dejado de hablar nunca de aquello.)
Por eso lo primero que hice nada más llegar a Madrid fue ir al Penta, esperando encontrarme -qué menos- alguna de esas canciones.
Y sonó, claro que sonó.
Un día cualquiera no sabes que hora es...
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