lunes

Mi mundo al revés

(Foto por Lucía Alonso, Madrid, invierno 2009)

En mi mundo al revés es primavera todo el tiempo, incluso cuando está nevando. Las películas terminan siempre bien y pasan todo el rato, como las canciones preferidas. Tú estás, existes siempre cuando a mi me da la gana. Las flores se riegan solas porque llueve cuando tiene que llover, y sí, a gusto de todos.

Es mi mundo al revés y mi cuento es como quiero yo que sea , por eso nadie echa de menos más de tres días seguidos. Lo mismo estoy sentada en el sofá de casa comiendo fresas que en Bangkok tomándome un helado de chocolate mirando puestas de sol. Y por la noche me concentro tanto que me quedo dormida en un segundo. Aprendo a pintar, a escribir, a contar. A hacer bufandas de punto de cruz de color morado. Aprendo a mirar a las cosas y no tengo que quitar el polvo de la estantería ni de mí misma. Abro el armario y la habitación se me llena de sombreros verdes de todas las formas y tamaños…

De noche la artista soy yo y si me aplico seriamente puedo hasta aparecer en noviembre. Nada es demasiado grande ni demasiado pequeño, ni muy gordo, ni flaco, ni guapo, ni feo, ni triste, ni trasparente, ni encaja mal. Se tiembla solo por las cosas buenas, como el olor a casa y a nuevo a los siete años. O los besos en el cuello.

En mi mundo al revés desaparezco cuando quiero y tú te pareces solo a ti y por eso me gustas. Las manzanas saben a manzanas cogidas del árbol. Y las manos huelen a mandarina o a tostadas con mermelada de melocotón y café caliente. Camino y veo como las cosas cambian pero no cambian. A veces incluso me gusta regresar al mismo sitio para que se pare el reloj y se me pongan morenos los hombros.

Confecciono un plan para evadirme, el mapa del tesoro de mi vida. Y pongo una cruz donde quiero que estés.



En mi mundo al revés tengo todo el tiempo del mundo para empezar de cero, para inventarme.

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