Sé de sobra que no has pisado desiertos de arena con el cielo lleno de estrellas. Y que no conoces cada esquina de la ciudad de la que vuelvo. No sabes que, al anochecer, se encienden todas las luces y entonces se te olvida de golpe lo que habías ido a buscar. Que al fin y al cabo era nada y da igual. Te describiría si me dejaras lo que se ve desde la ventana de una habitación que probablemente nunca vuelva a pisar. Y cómo sabe un chocolate caliente y una tostada en un café con vistas al río. Si miras bien ves como el cielo en los charcos se refleja de forma distinta.
Llévame en bicicleta un otoño, entre los raíles del tranvía.
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